Describir la realidad es la misión principal de los medios de comunicación. Los informadores deben intentar ser lo más objetivos posibles a la hora de transmitir la información. Deben explicar los hechos de manera transparente, tal y como han ocurrido. La información debe ser veraz y tiene que estar contrastada.
Si se observa el proceso de la comunicación desde el lugar del receptor, se aprecian diferentes formas de entender la misma información. La persona se vincula con el mensaje desde su bagaje cultural, creencias e ideologías. Por lo tanto, partiendo de esta experiencia cultural previa se define el sentido de la información que está recibiendo.
Cada vez hay un mayor interés por desarrollar una ética de la comunicación y de la información, debido a la gran incidencia que tienen los medios de comunicación. Además de eso, el progreso acelerado de nuevas tecnologías para la difusión de información hace necesaria con urgencia una «ética de la comunicación«.
El contexto social, económico y cultural es un factor importante a la hora de la selección de las noticias y de su interpretación y cualquier tipo de visión fuera de éste resulta completamente utópico.
La imagen que ofrezcan los informadores es crucial para un buen conocimiento de la realidad, pues son millones de personas las que observan el mundo a través de los diarios, la radio, la televisión e internet.
La ética de la comunicación debe establecer un espacio donde se pueda reflexionar y analizar los grandes conflictos morales como: los límites de la libertad de expresión; la búsqueda obsesiva de la audiencia; la contribución de los medios a una ética cívica.
Durante los últimos años la sociedad se está concienciando cada vez más del peligro que representa la oferta de los medios de comunicación que no se sujete a los criterios morales. Muestra de esta alarma es la construcción de comisiones éticas en diversas empresas y la redacción de códigos deontológicos.
Diversos empresarios de la radio y de la televisión argumentan que el receptor tiene en sus manos la decisión de ver o no ver determinados programas mediante la opción de apagar la televisión o la radio.
Muchos autores piensan que gracias al ejercicio de la libertad cada humano puede realizar su perfil, y que someter la oferta de los medios a unos criterios sería limitar inexcusablemente el abanico de posibilidades donde elegir.